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Por: Julio César Caicedo Cano, Luisa Fernanda Orozco Valencia y Sara Mesa Pérez

La historia oficial del Mariscal

No se conoce con exactitud cuándo y dónde nació el Mariscal Jorge Robledo, ya que poco se sabe de él hasta 1532. El relato oficial habla de un militar y conquistador español, de familia noble; probablemente nacido en 1500 (aprox.) en Úbeda, actualmente una ciudad española y un municipio de la provincia de Jaén, capital de la comarca de La Loma de Úbeda, en la comunidad autónoma de Andalucía (España). 

De acuerdo con Sebastián Amaya Palacios, profesor de historia de la Universidad Pontificia Bolivariana, Robledo “tuvo su bautismo de fuego participando en el ciclo de guerras italianas, por las cuales la Monarquía Hispánica logró controlar Nápoles y el ducado de Milán”, específicamente durante la guerra de los Cuatro Años en Italia (1521-1526) -célebre por lograrse la captura del rey francés en Pavía-. 

Tiempo después, en 1532, pasó al Nuevo Mundo, donde se unió a las huestes dirigidas por Francisco Pizarro y Diego de Almagro, que viajaron desde Panamá al Perú, en donde se involucraron en la contienda civil debido a la sucesión incaica y capturaron a Atahualpa, quien se había impuesto a su hermano Huáscar durante la conquista del Perú. 

“Allí la hueste en virtud de unas capitulaciones -negociaciones previamente atendidas con la Corona-, se dividieron el territorio, quedando del Cuzco al norte para Pizarro, y al sur para Almagro. Sin embargo, como sabrás, al sur del Cusco se ubica el desierto de Atacama, Chile, etc., lo cual no era muy provechoso en términos económicos. El resultado fue la disputa entre los antiguos líderes de la conquista peruana: Pizarro y Almagro” Sebastián Amaya Palacios, profesor de historia de la UPB.  (Comunicación personal, 30 de julio de 2020).

Después de salir victorioso en aquel territorio, Robledo se dirigió a Colombia. Primero llegó a Cali, donde el gobernador Lorenzo de Aldana le ordenó explorar la provincia de Anserma, hoy en día al occidente del departamento de Caldas.  A esta región se le dieron múltiples nombres. En un principio, la palabra “Anserma” fue inventada por Belalcázar en 1536 para nombrar a esa región –desde la loma de los Umbras, por donde ingresó, hasta los confines de Biru (hoy Supía y Riosucio)-. Robledo mismo hizo la descripción del momento en que llegaron a la región sin hablar la lengua de los nativos: Como las tropas estaban agotando su dotación de sal, entraron preguntando por ella. A esa pregunta los indios respondían “ancer”, que significaba sal en su lengua. Como los conquistadores no aprendieron otro vocablo, el día siguiente nombraron al territorio “Anserma”. Sin embargo, este no era el nombre que la población nativa tenía para su tierra. 

“El sitio donde está fundada la villa de Anserma es llamado por los indios naturales Umbra; y al tiempo que el adelantado don Sebastián de Belalcázar entró en esta provincia cuando la descubrió, como no llevaba lenguas, no pudo entender ningún secreto de la provincia. Y oían a los indios que en viendo sal la llamaban y nombraban ancer, como es la verdad, y entre los indios no tiene otro nombre, por lo cual los cristianos, de allí adelante, hablando de ella, la nombraban Anserma, y por esta causa se le puso a esta villa el nombre que tiene” (Nota 38) (Caicedo, 2013). 

En 1539, Robledo salió de Cali para fundar una ciudad en la ya conocida provincia de Anserma.  Luego, dejó de establecerse allí y, durante un tiempo, anduvo de territorio en territorio, sometiendo a tribus indígenas e hiriendo a sus caciques: como a Pirameque, cacique de los pozos y a Pimaná, de los paucuras. Posteriormente, pasó a Santiago de Arma, donde venció también la fuerte resistencia de los indios y, después, se encaminó hacia Quimbaya con Suer de Nava donde, el 9 de agosto de 1540, fundó San Jorge de Cartago.

Uno de los hombres que viajaba con él, Jerónimo Luis Tejelo, se separó del grupo general por orden de Jorge Robledo, y descubrió otro territorio: un valle llamado “de Aburrá” por los indios, y luego “de San Bartolomé”, por los conquistadores. Este es el valle donde Medellín se encuentra asentado hoy en día. 

En 1541 el grupo se volvería a unificar para dirigirse hacia otras tierras: arribaron a Heliconia, donde encontraron sal; luego, al río Porce. Avasallaron las tierras del cacique Curumé y continuaron a Ebéjico, desde donde Robledo volvería a fundar la ciudad de Santa Fe de Antioquia. En relación con la trayectoria y fundación de Santa Fe, Caicedo (2020) explica:

“¿Dónde está en esta historia Santafé de Antioquia? No existía. Es que existen varias Antioquias. Así, la Ciudad de Antioquia original, fundada en Peque en 1541, fue trasladada al año siguiente para el valle del Nore (Frontino, Antioquia) y la misma pasada para la Villa de Santafé, a orillas del río Cauca en 1573 (aunque la fecha no está clara). La Ciudad de Antioquia, en su segunda ubicación (Frontino), era hostigada de manera permanente por los indígenas Catíos, y esto, entre otros factores, motivó que poco a poco los habitantes se trasladaron para la Villa de Santafé, hasta finalmente fundirse las dos poblaciones, que desde entonces pasa a llamarse Ciudad de Santafé de Antioquia. Como se dijo esto ocurrió bien entrado el siglo XVI, en 1573”.  (P.3)

Condena de muerte

Era de público conocimiento que Robledo y Belalcázar no tenían buena relación: si bien el primero le había manifestado su apoyo al segundo en múltiples ocasiones a través de cartas, esto era una mera formalidad, alejada de la realidad que se cernía entre ambos como una rivalidad implícita, obstaculizada por la superioridad de Belalcázar y el subordinamiento de Robledo. 

A este personaje se le acusó múltiples veces, una de ellas en 1542 cuando intentó regresar a su natal España. En Cartagena, cuando estaba a punto de partir, Pedro de Heredia lo acusó de “usurpar sus fueros”. Robledo fue entonces encarcelado y despojado de sus riquezas, luego enviado a España con un proceso en su contra. No obstante, en dicho país se le absolvió de todo cargo y se le otorgó, como recompensa, el título de Mariscal. 

En 1546 el ya Mariscal Robledo volvió a Colombia en compañía de su esposa, María de Carvajal, con quien emprendió viaje hasta Antioquia. Allí se apoderó del gobierno y comenzó, una vez más, con otra de sus tantas correrías, esta vez en búsqueda de un nombre propio: Sebastián de Belalcázar. Robledo quería, más que nada, apresarlo, pero tales hechos dieron un giro: Belalcázar, quien también buscaba a Robledo para apresarlo, lo encontró al occidente de la entonces nombrada Pácora, actual departamento de Caldas, en un lugar llamado la Loma de Pozo. 

Ya en custodia, Belalcázar lo condenó a muerte el 5 de octubre de 1546. En el mismo lugar donde había sido encontrado se ejecutó la condena: Robledo fue atado a un palo con una argolla al cuello y “se le abarrotó” hasta ahogarlo. Su cabeza fue expuesta al público para que todos la vieran a manera de escarnio.

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Crónica del Perú escrita por Pedro Cieza de León

Los pecados del Mariscal

La reputación del Mariscal Robledo trasciende el Departamento de Antioquia y llega a Caldas y Valle del Cauca, donde se erigen las 4 ciudades robledanas: Cartago, Anserma, Arma (que ahora es corregimiento de Aguadas) y Santa Fe de Antioquia.  Es homenajeado con monumentos, plazas y edificios que enaltecen sus virtudes, entre las cuales se enumeran la valentía, la benevolencia y la diplomacia con la que trataba a los indios que se encontraba en sus expediciones, sin embargo, diferentes documentos históricos evidencian  prácticas que contradicen estas versiones y de las que poco se habla cuando se evoca la memoria de este personaje. 

La tesis de la benevolencia y respeto del Mariscal hacia los nativos comenzó con los relatos de los cronistas que lo acompañaban en sus expediciones pues, a diferencia de otros conquistadores, era usual que Robledo buscara alianzas o negociaciones con los caciques. Sin embargo, pese a que no siempre desenvolvió a cabalidad la violencia de sus hombres, muchas de estas alianzas eran más bien sometimientos conseguidos con intimidaciones y violencia, tal como lo narra Sardela (s.f) en sus crónicas, cuando Robledo estaba en el territorio del Caicque Ocuzca, en Anserma: 

“E se hizo saber al señor Capitán lo que pasaba, el cual vino luego con toda la gente, e fue a los pueblos del dicho cacique e todos sus allegados; e le huyeron de la otra banda del río grande. E los que se pudieron tomar desta banda, se hizo en ellos buen castigo, de manera que vino toda la tierra de paz e el dicho cacique no quiso venir, mas de que enviaba sus caciques e gentes a servir a los españoles, porquél tenía gran miedo al Capitán, e si iban algunos españoles a su pueblo, salíales de paz e decía quél allí estaba, e que no iba a ver al señor Capitán, porque tenía grande miedo”. 

Este tipo de práctica que combinaba el secuestro y el escarmiento como métodos de terror era común, y también se repitió en poblamientos como Guarma. Durante todo el camino, Robledo secuestró mujeres y muchachos, con el fin de que sus Caciques fueran a reclamarlos en son de paz. Una vez allí, se traducían las lenguas para someterlos ante el rey, bajo amenaza de destrucción y arrasamiento de sus comunidades. (Caicedo, 2013)

Pese a que la mayoría de crónicas escritas se esfuerzan por mostrar al mariscal Robledo como un hombre mesurado y benevolente, podría hablarse de una sistematicidad en este tipo de comportamientos, que a la larga le ayudaban a mantener el dominio de su gente sin sacrificar gran número de hombres y recursos. Así lo explicó Gregorio Saldarriaga, doctor en historia y profesor de la Universidad Nacional: 

“Robledo utilizó una estrategia de terror para atraer a los grupos indígenas, aparecen cortes del bozo, cortes de manos, cortes de nariz, cortes de seno  en el caso de las mujeres. Cuando se manda a llamar a los caciques y no responden, cogen algunos individuos que pertenecen a esas comunidades y les hacen marcas, amputaciones que funcionan como una marca de terror para atraer a la gente, es decir, para avisar que iba a pasar en caso de que no aparecieran. (…) En teoría a mayor espacio de terror, menos fuerza habrá que hacer. Por horrible que parezca, es un uso racional de la energía de conquista”. G. Saldarriaga. (Comunicación personal, 24 de julio de 2020)   

En otras ocasiones, cuando los caciques no estaban dispuestos a someterse ante el nuevo poder español, sus poblaciones eran atacadas por los hombres, los caballos y hasta los perros del Mariscal, a los que los aborígenes temían en demasía. Así describió Sardela (s.f) lo que sucedió con los indios de la provincia de Peque:

“Dieron en unos indios, que estaban en sus bohíos; y como de ellos fueron sentidos, comenzaron apellidar la tierra, y de presto se juntaron mucha cantidad de indios, y hecho sus escuadrones, vinieron contra los españoles y tuvieron su guasábara con ellos, en que hicieron alguna mortandad en ellos, aunque hirieron algunos españoles. Y los naturales cobraron tanto miedo a un perro, que se llama Turco, que los nuestros llevaban, que por su respeto, se retiraron, porque vieron que en un momento despedazó seis o siete indios. El cual perro y otros han hecho tanto provecho en estas provincias, por ser la tierra tan áspera y fragosa y no poder andar por ella caballos, que han sido causa, después de Dios Nuestro Señor quererlo encaminar, venir algunos de paz”. 

De esta manera se demuestra que la diplomacia y la cortesía que Robledo ejercía con los indígenas era parte de una estrategia que le permitía, además de mantener el control de sus poblaciones, unir fuerzas con ciertos cacicazgos para aumentar su poder frente a las posibles amenazas a sus fundaciones. Adicionalmente, la violencia selectiva desarrollada por sus hombres estaba motivada por una cosmogonía que veía al indígena como un ser inferior, cuya cultura y religión debían ser exterminados o modificados de acuerdo a los estándares religiosos y occidentales. De esta manera, los conquistadores no solo estaban disputando el poder territorial sino que, desde su punto de vista, estaban salvando a los indígenas de su propia forma de vida que bajo la lupa de la conquista se asociaba a lo demoníaco, lo enfermo y lo salvaje, por lo que lo que debía ser desmantelada.

Las diferentes estrategias contempladas anteriormente llevaron a una disminución abismal de los pobladores nativos. Una Relación anónima de 1560 estima que para la fecha había entre 5000 y 6000 indios. 22 años después, el fraile Jerónimo de Escobar estimaba que de los cerca de 100.000 pobladores nativos que había originalmente, solo quedaban 800 (como se cita en Jiménez, Montoya & Gutiérrez, 2004). Con los años, los sobrevivientes también tuvieron que lidiar con enfermedades europeas como la viruela y la gripe, fueron sometidos al dominio español que los obligaba a realizar trabajos forzosos y los alejaba de cualquier tipo de manifestación religiosa o cultural diferente a la hegemónica.

A lo largo de la historia, la oficialidad le adjudicó al Mariscal Robledo valores que fueron reproducidos por la interpretación de historiadores, políticos y sociedad en general, con el fin de generar una narrativa que cohesionara al pueblo antioqueño en torno a un relato, una cultura y una versión de la historia dictada por el poder colonial. Sin embargo, la misma historia ha documentado contradicciones que evidencian actos cuestionables cometidos por el Mariscal Robledo y sus hombres durante la conquista y la fundación de Antioquia. Estos actos son incluso reconocidos por los mismos cronistas, como Cieza de León (1553), amigo cercano del Mariscal: 

“El mariscal don Jorge Robledo consintiendo hacer en la provincia de Pozo gran daño a los indios, y que con las ballestas y perros matasen a tantos como de ellos mataron, Dios permitió, que en el mismo pueblo fuese sentenciado a muerte y que tuviese por su sepultura los vientres de los mismos indios, muriendo asimismo el comendador Hernán Rodríguez de Sosa y Baltasar de Ledesma, y fueron juntamente con él comidos por los indios, habiendo primero sido demasiadamente crueles contra ellos”. (P.293)

¿Le cambiamos el nombre al barrio?

Si bien la historia de la conquista de Antioquia está soportada en documentos y crónicas escritas, el relato o el mito fundacional no necesariamente corresponde a lo escrito hace 500 años. Como es natural, lo que hoy conocemos del Mariscal Robledo y lo que representa, es fruto de un constructo social en el que confluyen intereses, formas de pensar e ideologías que hasta ahora han sido dictadas por un poder hegemónico, que pone al hombre de raza blanca y en este caso al conquistador español como héroe, y mira con desdén las expresiones que se desvían de ese estándar, que si bien se ha transformado, conserva muchos rasgos de esa mirada racista y colonial. 

El avance del tiempo y el desarrollo de la historia han permitido la aparición de nuevas interpretaciones de lo escrito, que ponen en entredicho la historia tradicional y permiten ahondar en otros aspectos como la cultura, la resistencia y el desenvolvimiento de los nativos en el marco de la conquista española. Es en este sentido donde es necesario revisar el papel que jugaron personajes como el Mariscal Robledo para buscar nuevas miradas que permitan encuentros entre las diversas visiones de nuestro pasado.

Es necesario entender el contexto en el que se desarrolló la conquista dirigida por el Mariscal y entender, sin justificar, que sus actos hacen parte de un entorno particular que influyó directamente en su forma de actuar: 

“¿Las acciones tienen sentido en esa época? sí, ¿las acciones son reprochables en esa época? sí. Usted me podría decir que es una contradicción y sí lo es, solo que depende  del lugar en el que se hiciera. Hay una cosa que es el comportamiento de guerra y de frontera, que es diferente al comportamiento que se da en el centro o en sitios de paz. Hay cosas que se aceptan en momentos específicos, porque son condiciones específicas”. G. Saldarriaga, (comunicación personal, 24 de julio de 2020). 

En este sentido, más que generar juicios definitivos sobre el accionar del Mariscal Jorge Robledo, es necesario analizarlo sin claroscuros para entender su impacto en la historia antioqueña y colombiana.

Referencias bibliográficas

Cieza de León, P. (1553). Crónica del Perú, el señorío de los Incas. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho.

Cieza de León, P. (1877). Tercero libro de las Guerras civiles del Perú, el se llama la Guerra de Quito. Tomo I. Madrid, España : Imprenta de M. G. Hernandez.

Orián, J., Juan, M., & Gutiérrez, F. (2004). Provincias y Caminos en la Gobernación de Antioquia durante el siglo XVI. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, 21.

Pardo, B. (2010). La Ciudad de Antioquia y la Villa de Santa Fe. Medellín: Fondo Editorial Universidad Eafit.  

Robledo, E. (1955). El mariscal Jorge Robledo. Bogotá: Ministerio de Educación Nacional. 

Sardela, J. B. (1921). Relación del descubrimiento de las provincias de Antioquia por Jorge Robledo. Revista de la Academia Antioqueña de Historia.

Academia Caldense de Historia. (2007). Departamento de Caldas en las Crónicas de Indias: la campaña del Mariscal Jorge Robledo.  Nueva York: Ediciones LAVP.
Caicedo, L. (17 de enero de 2013). Albicentenario. Obtenido de https://www.albicentenario.com/index_archivos/celebracion_colombiana195.html 
Caicedo, L. (2013). La cuestión Umbra. Riosucio.
Cardona, L. (2018). Análisis de actores históricos: caso Mariscal Jorge Robledo e indios pozos en el corregimiento de San Bartolomé, Pácora, Caldas. Universidad Tecnológica de Pereira.